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Vaccination against COVID-19: do I want to or do I have to?

Maite Cruz, Joaquín Hortal and Javier Padilla explain their project exploring people's reluctance to be vaccinated

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Vaccination against COVID-19: do I want to or do I have to?

08 February 2021

(Text only available in Spanish)

"Oye... ¿y si presentamos el proyecto a la Fundación Grífols?", "pero ya nos dieron una beca de bioética hace cinco años", "pues... precisamente por eso, ¿no sería interesante volver a entrevistar a las personas que nos expusieron sus dudas o rechazo a la vacunación? ¿no incluyeron, entre algunos de los argumentos, la falta de contacto con las enfermedades de las que se tenían que vacunar como el sarampión o la polio? ¿no sería interesante conocer si la vivencia de una pandemia como la producida por la COVID-19, influiría en que hayan cambiado esta decisión?"

Esta conversación tuvo lugar el pasado mes de junio. Varios meses después ya teníamos concedida una beca para realizar este proyecto sobre reticencia a la vacunación de la COVID-19, además de la ilusión y responsabilidad de ejecutarlo. Si en esa fecha había más de 100 prototipos vacunales en distintas fases de desarrollo y se desconocía cuándo íbamos a tener disponible una vacuna, tan sólo 6 meses después tenemos 3 aprobadas en Europa y 1,5 millones de personas vacunadas en España (en el momento en el que escribimos este texto). Se estima, quizá con demasiado optimismo, que en septiembre estará vacunado un 70 % de la población de nuestro país

Dudas o rechazo a la vacunación

De lo que entonces sí teníamos noticias, mediante la publicación de diversos sondeos de opinión, era del número de personas que manifestaban sus dudas o directamente rechazaban la vacunación. En nuestro país, según el último sondeo de la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (Ministerio de Ciencia e Innovación) 6 de cada 10 personas estarían dispuestas a vacunarse, frente a las 2 que lo decía estar en octubre de 2020.

Aunque esta evolución sigue un patrón muy similar al observado en otros países del ámbito internacional, no hay que obviar que aún estamos hablando de un 40% de la población española que tiene dudas o que directamente no se vacunaría. Entre las razones para la reticencia hay cuestiones como la retransmisión de la ciencia en directo y la celeridad en el desarrollo de una vacuna que producen desconfianza hacia una ciencia con sensación de estar hecha con prisas y que dan pábulo a todo tipo de conspiraciones.

Los comunicados de prensa con vistas a accionistas y mercados, las presiones mediáticas a las agencias reguladoras para acelerar la aprobación, la opacidad respecto a la información y contratos que los estados tienen con las empresas farmacéuticas, así como el incumplimiento en cuanto a su provisión, no contribuyen a disiparlas. Como tampoco lo hacen la sospecha y el desajuste de expectativas de querer vacunarse y no haber vacunas suficientes.

Comunicación cercana y transparente

A medida que avancen los meses, se espera que la reticencia a la vacunación siga disminuyendo, tendencia también observada en otros países. Por otro lado, también es posible que las personas que permanezcan reticentes dentro de unos meses lo hagan con una mayor estabilidad y menor tendencia al cambio. Para reforzar la disminución de la reticencia e incorporar al debate público a las personas que se mantengan con dudas o rechazo, ha de consolidarse una comunicación transparente y cercana a la ciudadanía con el objetivo de ofrecer información veraz y adecuada sobre la vacunación (en un sentido amplio, no solo sanitario, sino ético y político) que produzca confianza.

La realidad de la pandemia vivida en los últimos meses convierte las preguntas bioéticas planteadas en torno a la vacuna frente a la COVID-19 en cuestiones pertinentes y que serán abordadas en este estudio. Hasta el momento, los segmentos de población priorizados para vacunarse plantean pocos problemas de reticencia: entre las personas institucionalizadas son prevalentes las situaciones de capacidad de decisión comprometida y al personal asistencial sociosanitario se le presume, en principio, una mayor inclinación a la vacunación. Sin embargo, ya han surgido casos de rechazo a la vacunación por parte de tutores legales con una sentencia judicial en favor de la vacunación obligatoria.

¿Cómo gestionamos una reticencia problemática que impidiera alcanzar suficientes cotas de inmunidad poblacional?

Conforme se vayan vacunando estos sectores, las vacunas llegarán a la población general, donde cabe esperar una mayor variabilidad, de ahí la importancia de recoger y analizar los motivos más profundos que hay tras la reticencia. Ello será especialmente relevante cuando las vacunas no escaseen, no tanto entre las personas que tienen dudas en el contexto actual y que podemos tildar de razonables, como entre las que las rechazan plenamente. Y sobre todo, ¿cómo gestionamos una reticencia problemática que impidiera alcanzar suficientes cotas de inmunidad poblacional? ¿cómo actuar frente a determinadas propuestas de exigir la vacunación como requisito en algunos puestos de trabajo, viajes, ocio...? ¿cómo debe ser la convivencia entre gente que ya está vacunada y la que lo rechaza? Especialmente relevante en términos éticos podría ser que el porcentaje de grupos reticentes aumentara y alcanzara cifras significativas y que entre las posibles respuestas se incluyera la obligatoriedad a la vacunación. 

Son muchas las incógnitas que aún desconocemos sobre la efectividad y seguridad de la vacuna aunque todos los estudios que hay hasta el momento son alentadores. Si se quiere aumentar la confianza frente a esta vacuna (o vacunas dado que son varias las que próximamente tendremos en nuestro país) no sólo habrá que proveer de canales de participación y acceso a la información sino que se tendrán que poner en marcha mecanismos que aseguren: la comunicación e identificación de posibles efectos adversos, tanto por parte del público general como de profesionales; el establecimiento de una compensación por daños gravesel acceso a la vacunación a personas que hayan perdido su opción en su grupo de prioridad, y a cualquier persona cuando la disponibilidad de la vacuna no esté racionada. 

"Trincavacunas"

Mientras las vacunas sean escasas la reticencia jugará un papel secundario. En cambio, el problema protagonista de esta primera etapa de la vacunación, más que los "antivacunas", son lo que algunos han venido a llamar "trincavacunas", personas que por alguna situación de especial privilegio político, social, sanitario, militar o incluso religioso, están saltándose la cola de acceso a la vacuna. Si la reticencia, sobre todo cuando se manifiesta en forma de duda por la novedad de su formulación y posibles efectos adversos, puede ser aceptable, el rechazo moral que provoca acceder a la vacuna que corresponde a otra persona es infausto además de irresponsable en cuanto a la gestión de su provisión. Sin embargo, los fenómenos de reticencia y "trincavacunas" no distan mucho en el análisis ético: se anclan en una valoración individualista de la pandemia tanto de la autoprotección, como de la responsabilidad hacia los demás. La pandemia sólo encontrará solución cuando la ciudadanía asuma valores comunitarios como la solidaridad frente a otros de corte más individualista, ya sea, "yo no me vacuno porque no quiero" o "yo me vacuno y me salto las reglas acordadas", aún a costa de un daño a la comunidad.

Mirada hacia el futuro

Uno de los mantras de esta pandemia ha sido el que afirmaba que "de esta situación saldremos mejores". Más allá de repetirlo, hay formas concretas de intentar que esto sea así, y la manera de diseñar, distribuir y priorizar los bienes comunes como las vacunas han de dirigirnos por ese camino. Recientemente se publicaba el libro de Layla Martínez "Utopía no es una isla", que nos invita a mirar al futuro no diseñando distopías que, claramente, empeoran nuestra calidad de vida y la sostenibilidad del planeta arrojándonos hacia un universo post-colapso, sino pensando conjuntamente en utopías en las que hacer real vivir mejor. El granito de arena de la vacunación en esa utopía seguramente pase por pensar en ella como un ejercicio colectivo de protección de los más vulnerables a la par que se ponen en marcha instrumentos de diálogo democrático para deliberar con aquellas personas que no ven en la vacunación algo asumible dentro de su escala de valores; y si hay conflicto, buscar una solución entre todas.

 

Maite Cruz, Joaquín Hortal, Javier Padilla.

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