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Dilemas éticos del Diagnóstico Genético Preimplantacional

Adrián Villalba nos introduce las problemáticas éticas derivadas de la edición genética

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Dilemas éticos del Diagnóstico Genético Preimplantacional

17 diciembre 2025

Durante décadas, la reproducción asistida se ha centrado en un objetivo claro: ayudar a llevar una vida al mundo cuando la biología ponía barreras. Sin embargo, con la llegada y perfeccionamiento del Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP), la medicina ha cruzado el umbral de la simple asistencia para entrar en el terreno de la selección. Esta técnica permite analizar el ADN de los embriones fecundados in vitro para detectar anomalías genéticas o cromosómicas antes de transferirlos al útero materno. Este avance tecnológico nos plantea una pregunta incómoda, pero necesaria: ¿hasta dónde es lícito intervenir en la genética de los futuros individuos (aunque sean nuestros hijos)?

Diariamente, las comisiones de bioética y los profesionales de la fertilidad se enfrentan a decisiones que no son sólo clínicas, sino profundamente morales. La capacidad técnica de "leer" la información genética del embrión antes de la transferencia ha abierto una brecha entre el uso terapéutico (evitar el sufrimiento) y el uso no terapéutico o perfectivo, forjando un debate sobre los límites de la autonomía reproductiva y el riesgo de la eugenesia liberal.

¿Prevenir equivale a seleccionar?

El DGP permite analizar las células de un embrión fecundado in vitro para detectar anomalías genéticas antes de que sea transferido al útero materno. Si bien la técnica es neutra, su aplicación no lo es. La literatura bioética distingue claramente entre dos horizontes:

  1. DGP Terapéutico: orientado a evitar la transmisión de enfermedades hereditarias graves (como la fibrosis quística o la enfermedad de Huntington).
  2. DGP No Terapéutico (o social): orientado a la selección de rasgos no patológicos, como el sexo del bebé (family balancing) o, en un futuro hipotético, características físicas o intelectuales.

Esta dualidad transforma la práctica médica y además tensa principios éticos fundamentales como la justicia y la dignidad humana.

El uso terapéutico: ¿evitar el sufrimiento o eliminar la diferencia?

Aunque la aplicación del DGP para evitar enfermedades hereditarias graves cuenta con un amplio apoyo social y médico bajo el principio de beneficencia, la definición de "gravedad" no siempre es nítida. A medida que la capacidad de diagnóstico aumenta, la línea entre la prevención de una enfermedad mortal y la gestión de riesgos se difumina. No obstante, surgen zonas grises:

  • Enfermedades de aparición tardía: ¿es ético descartar un embrión por una enfermedad que quizás no se manifestará hasta los 40 o 50 años
  • Susceptibilidad genética: ¿qué pasa con genes que sólo aumentan la probabilidad de padecer cáncer (como el BRCA), pero no garantizan su aparición?
  • Discapacidad vs. Enfermedad: la selección de embriones sanos puede enviar un mensaje social negativo hacia las personas que viven hoy en día con estas discapacidades, sugiriendo que sus vidas son "menos dignas" de ser vividas?

El fantasma del "bebé a la carta"

El objetivo ya no es evitar una patología letal, sino seleccionar variantes genéticas vinculadas a rasgos físicos o capacidades, como las del gen ACTN3 (asociado al rendimiento muscular y la aptitud atlética) o alelos específicos de los genes HERC2 y OCA2 para predeterminar rasgos estéticos. Esta posibilidad técnica de cribar embriones en busca de "la optimización" transforma radicalmente el acto reproductivo, desplazándolo de la aceptación biológica hacia la elección de los progenitores.

La diferencia entre la eugenesia histórica (impuesta por un estado u organización superior) y la actual es que esta última opera bajo la lógica del mercado y el deseo individual. Se conoce como eugenesia liberal. Aunque se defiende bajo la bandera de la autonomía de los padres, ignora que los deseos individuales están modelados por presiones sociales y estándares de perfección a menudo inalcanzables. Algunas voces señalan que tratar el embrión como un conjunto de características a elegir o descartar erosiona la noción del hijo como un "don" y lo acerca peligrosamente a la de un bien de consumo con control de calidad.

Ante esta realidad técnica, la bioética no ofrece soluciones binarias, sino que señala la tensión existente entre dos bienes a proteger: por un lado, la autonomía reproductiva de los padres y su deseo de procurar la mejor salud posible para su descendencia; por otro, la justicia social y la preservación de la diversidad humana. Más allá de la viabilidad técnica, la cuestión fundamental que permanece abierta es cómo garantizar que estas herramientas sirvan para reducir el sufrimiento humano sin convertir la biología en un nuevo factor de desigualdad estructural.
 

 

Adrián Villalba es investigador en Medicina Reproductiva en el Instituto de Investigaciones Sanitarias de la Fe (Valencia)

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