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La equidad de género en salud: un imperativo científico y ético

María Teresa Ruiz Cantero explora las distintas facetas de esta realidad en salud

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La equidad de género en salud: un imperativo científico y ético

26 September 2025

Durante décadas, la medicina ha funcionado bajo un modelo androcéntrico: el cuerpo masculino ha sido considerado el estándar para investigar, diagnosticar y tratar enfermedades. Este sesgo estructural ha invisibilizado las diferencias biológicas y sociales entre sexos y de género, forjando inequidades en la atención sanitaria.

A diario, los profesionales de la salud toman decisiones clínicas utilizando guías y evidencias que, en muchos casos, no han considerado adecuadamente las diferencias entre sexos y las desigualdades de género. Por ello, los sesgos de género no pueden atribuirse únicamente a la práctica médica individual, sino que reflejan carencias institucionales que requieren una respuesta política decidida.

Sesgos de género en medicina: una realidad documentada

Un sesgo de género en salud ocurre cuando hombres y mujeres reciben una atención diferente sin justificación clínica basada en pruebas. La literatura científica ha demostrado que existen:

  • Mayores retrasos diagnósticos en mujeres, incluso con síntomas claros.
  • Errores diagnósticos más frecuentes en enfermedades dolorosas como la espondiloartritis.
  • Menor acceso a tratamientos específicos en mujeres con igual gravedad.
  • Prescripción más elevada de psicofármacos a mujeres sin justificación etiológica clara.
  • Subrepresentación femenina en ensayos clínicos, lo que compromete la eficacia y seguridad de muchos tratamientos.

Estos sesgos no solo deterioran la calidad asistencial, sino que vulneran principios éticos fundamentales como la justicia, la no maleficencia y la autonomía.

Dolor ignorado: el caso de la espondiloartritis

Además del sesgo de género en la atención sanitaria al infarto agudo de miocardio, del que existe un gran volumen de evidencia científica, existe otros casos paradigmáticos como el sesgo de género en la atención sanitaria a la espondiloartritis. Es una enfermedad inflamatoria caracterizada por dolor crónico, en la que las mujeres suelen ser diagnosticadas con mayor retraso que los hombres, ven cuestionada la legitimidad de su dolor y reciben diagnósticos erróneos (como fibromialgia). Este patrón no ha sido anecdótico, sino consecuencia de guías clínicas y herramientas diagnósticas diseñadas sin perspectiva de la interacción sexo/género.

Para mejorar esta situación, los profesionales sanitarios necesitan formación continua y apoyo institucional, pero también criterios clínicos más inclusivos y sensibles a las diferencias entre hombres y mujeres.

Ciencia sesgada: exclusión de mujeres en la investigación

La investigación biomédica ha mantenido durante años la exclusión o infrarrepresentación de mujeres en ensayos clínicos, ya sea por razones logísticas, hormonales o simplemente por falta de exigencia regulatoria. Incluso cuando se incluyen, los datos rara vez se analizan por sexo.

Esto conlleva:

  • Fármacos aprobados sin conocer sus efectos específicos en mujeres.
  • Subestimación de reacciones adversas relacionadas con la propia biología de las mujeres y más frecuentes en ellas.
  • Falta de herramientas clínicas basadas en evidencia de diferencias según sexo.

Esta omisión compromete la validez científica, la seguridad clínica y, especialmente, el desarrollo de una medicina verdaderamente personalizada. No puede hablarse de individualización de tratamientos si se ignoran variables biológicas y sociales tan relevantes como el sexo y el género.

Salud mental y género: una doble cara del sesgo

En salud mental, los sesgos operan de manera dual. Las mujeres son sobrediagnosticadas y sobremedicalizadas, mientras que los hombres padecen infradiagnóstico en patologías como la depresión o los trastornos alimentarios.

La inequidad en este trato deteriora el bienestar psicológico y reflejan estereotipos de género también arraigados en quienes diseñan políticas sanitarias, lo que impide asignar a este problema la prioridad necesaria. Se requieren planes específicos, financiación dirigida a salud mental con perspectiva de género, auditorías clínicas que detecten desigualdades y la incorporación obligatoria de indicadores de equidad en los protocolos asistenciales.

Innovar con enfoque de género y medicina personalizada

La buena noticia es que existen soluciones basadas en evidencia. El proyecto Gendered Innovations, impulsado por la Universidad de Stanford, ha demostrado que incorporar el enfoque de género en ciencia y medicina mejora la calidad, eficacia y equidad del sistema sanitario.

Este enfoque debe integrarse también en la actual transición hacia la medicina personalizada, que busca adaptar la atención sanitaria a las características individuales de cada persona. Sin embargo, ignorar las diferencias entre sexos y de género convierte la personalización en una ilusión selectiva. Incorporar estas variables es indispensable para que la medicina de precisión cumpla con su promesa de equidad y efectividad.

Compromisos institucionales imprescindibles

La equidad se alcanza con políticas concretas, sostenidas y evaluables, y no con declaraciones simbólicas, por lo que para avanzar, se ve pertinente que las administraciones públicas:

  • Establezcan normativas que exijan el enfoque de género en guías clínicas, ensayos clínicos y estrategias de medicina personalizada.
  • Financien formación obligatoria en salud y género para profesionales sanitarios.
  • Diseñen indicadores de equidad en salud y sistemas de evaluación que los incorporen.
  • Aseguren la participación de mujeres y colectivos subrepresentados en la toma de decisiones sanitarias.

Conclusión: Los sesgos de género en medicina no son fallos aislados, sino consecuencias de un sistema que ha ignorado históricamente las diferencias entre cuerpos y contextos sociales. Hoy, sabemos que mujeres y hombres no solo difieren biológicamente, sino que están expuestos a factores de riesgo sociales diferenciados, lo que exige respuestas clínicas ajustadas. En este momento de transición hacia la medicina personalizada, incorporar el enfoque de género no es opcional: es una condición científica, ética y política para garantizar la equidad en salud.

Porque tratar igual no siempre es justo. Y porque una medicina verdaderamente basada en la evidencia no puede seguir ignorando a la mitad de la población.

 

Dra. María Teresa Ruiz Cantero

Catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Alicante

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