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Sexuality and functional diversity

Soledad Arnau's experience. An excerpt from the monograph "Sexuality and functional diversity", to be published shortly.

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Sexuality and functional diversity

08 June 2020

(content only in Spanish)

Soy una mujer con diversidad funcional física de nacimiento. Necesito de manera permanente apoyos humanos para realizar cualquier actividad: levantarme, acostarme, comer, vestirme, acompañarme a comprar, a trabajar o a estudiar, para descansar, efectuar actividades de voluntariado, etc. En cierto modo, preciso de apoyo absolutamente para todo. Esta circunstancia, la de tener todas estas necesidades, hace que sociopolítica y culturalmente se me catalogue o identifique como una persona «dependiente».

Ahora bien, desde el activismo que hemos desarrollado en el Foro de VidaIndependiente y Divertad, he aprendido que requerir de apoyos, dependiendo de cómo se gestionen, puede equivaler igualmente a independencia. Por tanto, soy una mujer discriminada por mi diversidad funcional, puesto que las políticas públicas generalizadas todavía no abogan por la plena implementación de la filosofía de vida independiente.

Estas miradas desvirtuadoras, hegemónicas, capacitistas y menesterosas han constituido las políticas públicas de los cuidados como un sistema asistencial despersonalizado y segregador. Hasta no hace mucho, parecía que la única opción para poder percibir esos cuidados solo era posible si permitías recluirte en una plaza residencial.

Si hacemos un recorrido rápido por nuestra normativa estatal son interesantes los avances habidos en la Ley 13/1982, de 7 de abril, de Integración social de los minusválidos, en su artículo 51, cuando se habla por primera vez de los servicios de atención domiciliaria; y la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, en su artículo 19, cuando se habla por primera vez de la prestación económica de asistencia personal. Son dos buenas opciones para permanecer en el entorno ordinario y estar incluidos en la comunidad.

Sin duda, estos enfoques también han determinado unas maneras muy concretas de percibir aquello que entendemos por sexualidad, tanto en su teoría como en sus prácticas. El sexo, en consecuencia, no ha sido cualquier cosa, sino solo lo que el capacitismo y esa tradición judeocristiana decían lo que era y lo que no era.

El derecho humano sexual, incluyendo el reproductivo, es un derecho fundamental básico que concierne a toda persona independientemente de su circunstancia. La asexualidad obligatoria no es ninguna opción viable para consolidar políticas basadas en derechos humanos sexuales. Este grupo de personas necesitamos que se nos tenga en cuenta también en la Declaración Universal de los Derechos Sexuales, por lo que requerimos que en dicho documento se incluya la filosofía de vida independiente y figuras tan imprescindibles como la asistencia personal o la asistencia sexual. Si realmente el ser humano es un ser sexuado a lo largo de todo el ciclo vital, habría que plantearse también la asistencia sexual para cubrir toda una vida.

 

Soledad Arnau, doctora en Filosofía (UNED) y especialista en Filosofía para la Paz, Filosofía Feminista, Igualdad de Género, Bioética y Sexología.

Extracto del cuaderno "Sexualidad y diversidad funcional", actualmente en fase de edición.

 

 

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