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Bioètica i comunicació

Milagros Pérez Oliva analitza el paper de l’ètica en els mitjans de comunicació

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Bioètica i comunicació

13 December 2023

(Text only available in Spanish and Catalan)

La celeridad con la que se suceden los avances científicos sobrepasa nuestra capacidad para reflexionar sobre sus consecuencias. Aquello que en el campo científico se aborda de manera neutra, genera cambios en la realidad que no lo son en absoluto y que muchas veces van más allá de lo que la propia ciencia se proponía. La bioética, que surgió para acompasar estas dos velocidades, necesita cada vez más herramientas para cumplir su misión. Los medios de comunicación deben contribuir al debate bioético con un tratamiento riguroso de la información y una vigilancia que neutralice las amenazas de la posverdad.

Ciencia y progreso

El conocimiento científico ha dado un salto tan fenomenal en las últimas décadas que no solo ha desentrañado muchos de los misterios más ocultos de la biología, sino que ha creado mecanismos capaces de alterar el curso de la evolución de los organismos vivos, incluidos los humanos. Los avances en el campo de la reproducción, la clonación, la reprogramación celular o la edición genética han abierto posibilidades de intervención que alteran lo que hasta no hace mucho se consideraban reglas inmutables de la naturaleza. La posibilidad de que una abuela dé a luz a su nieta, tener un hijo mediante un vientre de alquiler o que se pueda editar el ADN de un organismo para modificar su herencia y hacer que las nuevas propiedades se transmitan a la descendencia, abre inimaginables posibilidades de cambio.

Todos estos avances alteran profundamente las formas de vida y de relación, y por tanto, también los fundamentos jurídicos que las regulan. El desarrollo de la inteligencia artificial y su aplicación en el dominio de la ciencia acelerará el potencial disruptivo del progreso científico de manera que resulta más necesario que nunca disponer de mecanismos de reflexión y decisión sobre la forma de regular todos estos avances y evitar así usos contrarios al bien común. Y aquí surge el primer problema: el desajuste entre la velocidad a la que se suceden los avances científicos y la capacidad de la sociedad para reflexionar sobre sus consecuencias y tomar decisiones sobre su posible regulación. La ciencia puede ser neutra, pero sus aplicaciones no tienen por qué serlo. La bioética surgió como disciplina a mediados del siglo pasado precisamente para hacer frente al desfase que había entre la aceleración del conocimiento y los desarrollos científicos.

Más bioética, menos tiempo

Los cambios en curso son de gran calado y naturaleza muy compleja, con múltiples variables y consecuencias en cadena. El paradigma al que estamos abocados es el de haber de decidir sobre asuntos de gran trascendencia cada vez más complejos y en cada vez menos tiempo. Los dilemas éticos que se nos plantean, por tanto, exigirán un conocimiento de partida elevado y esa será una de las principales dificultades de la deliberación democrática sobre esos asuntos. Los avances que se han producido en el campo de la reproducción son un ejemplo de esa complejidad.
Este es uno de los dos ejemplos que desarrolla el sociólogo alemán Ulrich Beck en su libro póstumo La metamorfosis del mundo, en el que sostiene que vivimos una fase de transformación tan radical y profunda que el mundo que viene no se parecerá en nada al mundo que se va. A diferencia de otro tipo de cambios, en las metamorfosis, los cambios que se producen generan una dinámica que acaba siendo incontrolable y de consecuencias no previstas para quienes los han impulsado.

Es evidente que los científicos que hicieron los primeros experimentos de fecundación asistida, lo único que pretendían era resolver el problema de fertilidad de algunas parejas. Un avance ha llevado a otro, y al final, el resultado de ese camino es una capacidad de intervención que no solo separa la sexualidad de la reproducción, sino que rompe por completo las normas de la filiación. Tenemos ya hijos de tres padres, gestaciones subrogadas y es cuestión de tiempo que la clonación plantee enormes dilemas éticos. Estos cambios requerirán nuevas regulaciones. Se necesita mucha y buena información para poder tomar decisiones acertadas en un ámbito tan nuclear y completo como el de la bioética.

La calidad de la información es elemento central de la calidad democrática y, por tanto, también del debate ético. Buena información es aquella que proporciona los datos más completos posibles sobre la realidad de la forma más imparcial y rigurosa posible. En los 25 años de historia de la Fundación hemos visto una evolución muy positiva en el ámbito de la divulgación y la información científica, pero también se han producido cambios en el ecosistema mediático que plantean riesgos y grandes desafíos.

Medios más rigurosos

La prensa generalista y los medios audiovisuales de referencia han mejorado sustancialmente el tratamiento informativo de las cuestiones científicas y han contribuido de forma decisiva a la clarificación de los debates éticos suscitados. El tratamiento de la eutanasia, por ejemplo, ha contribuido a remover el obstáculo que para su regulación representaba la oposición de una minoría muy influyente. La calidad del debate previo permitió la aprobación de la ley y su posterior aplicación sin contratiempos. En su vocación de servicio público para ayudar a comprender la realidad, los principales medios de comunicación han destinado recursos a formar un periodismo especializado capaz de dominar el campo sobre el que informa.

Esto es muy importante porque, aunque siguen existiendo medios pequeños que carecen de esos recursos, son los de referencia los que marcan la pauta, establecen los marcos de discusión y sirven en último término de fuente para todos los demás. También los científicos han tomado conciencia de la necesidad de contribuir a la divulgación, no solo como instrumento de legitimación ante la sociedad, sino porque su contribución es esencial para la transmisión del conocimiento y una buena deliberación ética. La especialización periodística y una mayor colaboración entre periodistas y científicos en las tareas de divulgación han propiciado un salto cualitativo en la calidad de la información.

La reflexión conjunta ha permitido además aprender de los errores cometidos y corregirlos. Lo hemos visto en la reciente pandemia de la COVID-19. La cobertura de la crisis ha sido mucho más completa, precisa y rigurosa que la de anteriores emergencias sanitarias globales. En situaciones de emergencia, los riesgos de sesgo y desinformación son mayores y sus consecuencias, más graves. La ausencia de un debate ético sobre cómo enfocar las crisis suele propiciar enfoques especulativos con altas dosis de espectacularidad en el tratamiento de las informaciones.

Milagros Pérez Oliva, Periodista en El País

Este texto forma parte del libro “Bioética: una mirada hacia el futuro” que hemos publicado para celebrar los 20 años de la fundación. Lee el artículo completo aquí.

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